Perfiles

Antología poética

 

Prólogo

 

Poemas

 

Audios

 

 

 

Audios

 

Tú el Amanecer

 

Matices

 

Que

Que no se cansen las madres de arrullar,
y nos surquen así vientos de buenos augurios,
que prevalezca su poder para los llantos acallar,
tornando las lisonjas en esplendorosos refugios.

Que obtengan preseas los que están siendo,
por erigirse en cálido resguardo fraternal,
que no se pierdan los que se andan yendo
mientras sirva su ausencia al bien general.

Que quien mienta lo hago sólo a sí mismo
para no andarnos con vidas prestadas,
que no necesitemos asomarnos al abismo
para ver el mundo de nuestras pavadas.

Que tengamos el valor de aceptar nuestra muerte
cuando nos quedemos sin razones en la vida,
que no arrastremos por ello a ningún penitente
cobardemente para que nos acompañe en la huida.

Que no se requiera para existir más que una caricia,
esa que transciende a todo intento de fabulaciones.
a quien dos peticione, que se le acuse de avaricia
Por consentir en su mente “verdades” por ficciones.

Que no deban explicar su felicidad los felices
y quienes no la entendamos sepamos comprender
hasta tanto no nos pidan piedad por sus cicatrices
y nos inviten a develar lo que procuran esconder.

Que tengamos lucidez para oír la palabra franca
y que viaje la mísera y artera sin acompañamiento,
que le pongamos en nuestro hogar una tranca
para que arroje en otros parajes su remordimiento

Que mustias y sombrías sean las voces sin ternura
y que sólo se escuchen en solicitud de lo necesario,
vaciadas de sentido vagan bordeando la locura,
en búsqueda infructuosa del ocasional adversario.

Que no encuentre aliados la sabiduría de uno,
porque olvidó la naturaleza del común sentir,
si alguna vez desechamos el andar en consuno,
intuiremos que sólo el prójimo nos hará subsistir.

Que tiesa se quede la mano en el necio gatillo,
si el sonido de la metralla puede al niño perturbar,
que sea para el guerrero el universo un castillo,
oscuro bastión donde no quiera febo alumbrar.

Si jerarquía es decidir de un otro su paz.
os regalo sin más, el fruto de tamaña prisión,
que con odio toda victoria deviene en falaz
y sólo se puede reinar desde tal sumisión.

Que lograras develarme la simpleza del camino,
ameritaría compensarse con lealtad permanente,
de hecho somos, el timón de nuestro destino,
aunque nos cueste reconocerlo cabalmente.

Sé que mucho posee nuestro egoísmo niño,
bienes, viajes, batallas, aventuras, poder,
casi de todo… menos, ese invalorable cariño
de los que nos abandonaron para ya no volver.

Que perduren entonces las madres meciendo,
porque interpretan la génesis de la obra divina,
que de buena vida sigan la tierra nutriendo
y no distraiga al Supremo la súplica mezquina.

Y cuando devuelvan al tiempo sus manos,
que se las reciba con la labor cumplida
por colmarnos las incertidumbres de hermanos,
sin pretender siquiera, un gracias de despedida.

A mi viejo

Le trazaron la línea más allá del horizonte,
donde los desánimos se necesitan justificar,
sitio en el que solemos peticionar por Caronte
quienes esgrimimos el artilugio de claudicar.

Le ha inclinado el digno peso del trabajo
y no por el asedio de cargar su propia cruz;
anda a nivel quien viene desde abajo,
resplandeciendo las tinieblas con su luz.

No escuchará la vida de ti el reproche,
del que perdura inmóvil en la queja,
o el que la recrimina desde su fantoche,
pues no por marchar uno de ella se aleja.

Es tu ser un nosotros que aglutina,
como mandato genético ancestral,
donde avergonzada anda la rutina
y olvidada envejece la carta astral.

De juguetero rey mago volador,
devenido al ídolo de mi pedestal,
admirado cual hombre colaborador
y dador de ilusiones con sello postal.

Cuando alivianó sus mochilas la obligación,
superando la vara en su último rango,
rescató el vuelo de una larga pasión
y se dejó seducir por los acordes del tango

El camino le reclamó la compañera,
como si le faltara al juego una gambeta;
el dolor le plantó un escollo en la carrera,
desafiando a la alegría de la última meta.

En admiración y respeto trajina la existencia,
surcándola sin temor y ofrendándole gratitud;
da a la parca apenas un atisbo de conciencia,
sumiéndola al asombro de la vida y su virtud.

Es ese hombre llano y de andar parejo
el que abandona en el esfuerzo la humildad,
es quien se carga mi orgullo y no por casualidad,
sino por trascender al hecho de ser mi viejo.

El adiós de bienvenida

No quiso hoy la flor ser fragancia,
ni dispensar el sol su tibieza,
carecieron los caminos de distancia
y perdieron las caricias sutileza.

Escatimaron las estrellas en el firmamento,
acallaron su trino las aves del cielo,
se ocultó el amanecer tras un raro velo
y fue la eternidad apenas un momento.

Extraño día sin apremios ni apuros,
de gachas cabezas apesadumbradas,
de múltiples e infortunados conjuros
y de tímidas pisadas arrastradas.

Cual posible fuera de hablar en silencio,
como para no ahuyentar la esperanza,
soportando un rostro lánguido y recio
por sobrellevar de a poco la mudanza.

Te dictaron sentencia de estaño,
de zinc recubrieron tu ternura,
con madera cobijaron tu dulzura
y me obligaron a sentir “te extraño”.

Y esta vez las campanas te llamaron,
con metálico tañido a su encuentro,
tu nombre apretados labios murmuraron,
en recuerdo del mundo que fuera nuestro.

No es que masculle mi dolor cual elegía,
ni que me alivie el verso plañidero,
no blasfemo al destino por artero,
ni elevo la voz en son de rebeldía

Tan sólo me sabe a cruel picardía
de tamaña mujer su luz extinta,
vaya si conoce la parca de osadía,
que nos laceró con estocada sucinta.

Apenas una manija por contacto postrero,
con puño de níquel el músculo oprimido,
empujando con desganado impulso lastimero,
te resignamos al lúgubre hueco conferido.

Como el corazón abrumado de adulterio,
susurramos entre dientes voces de partida,
en penosa procesión dejamos el cementerio,
conmovidos por concederle a la muerte tu vida.

Hoy más que nunca hemos de saber
que no acepta lamentos tu templanza,
pronto deben los sollozos desvanecer
para ofrendar a tu existir alabanza.

Y te brindaremos por liturgia cada reverdecer,
porque en el brote tu fe logrará germinar,
tus manos hortelanas regresarán a cultivar
y rondará tu jovialidad en el retoño por crecer.

Recobrarán mañana los azahares su aroma,
volverán las palmas a ser refugio de calidez,
renovará la altivez el sol que cada día asoma,
para menguar de los pechos su estrechez.

Y será del peregrino el vasto camino
y de las hembras el vientre a florecer,
buscarán los niños afanosos su destino
y labrará el varón con fervor de merecer.

Una vez más andará la parca de muerte herida
y se desbordará mi adentro henchido de orgullo,
ha de ser porque veo tu siembra en cada capullo
y es que no cabe, Madre, entre nosotros despedida

Ni pocos, ni sabios, ni suicidas

Devinieron las caricias en asperezas
por ofrendar tu sentir con parco recelo,
se agudizaron tus ojos con las torpezas
y puso tu mirada en lo virtuoso un velo.

Ahora que todo es gris, superfluo y rastrero,
y ya no permite la pétrea razón claudicar,
te amparas en la jactancia del decir altanero,
adiestrando el cerebro para poder justificar.

No nos resguarda de la alienación una coraza,
y decir que no se extraña parece mera necedad,
vociferar las bajezas ajenas no da templanza,
ni el propalar decoros se trasunta en necesidad.

Divaga mi genuino deseo cual loca utopía
de escucharte alguna vez admitir el error,
más languidece tu humildad de osadía
y a costa de falacias acrecientas el rencor.

Pretendes bosquejar el mundo con palabras,
menospreciando las dudas con afirmaciones,
es lo que nos pasa fruto de las acciones
y no fortuitos designios de suertes macabras.

Aquello que hoy desprecias con repugnancia
puede ser mañana lo que clamarás,
y no ha de sobreseernos la ignorancia
por lo que con soberbia dejamos atrás.

Ríes con burlona seguridad
mientras el nudo al otro ahoga,
invitas al patíbulo con ingenuidad
sin saber que jalas tu propia soga.

No son pocos, ni sabios, ni suicidas,
los que buscando al ser de sus sueños,
obnubilados por delirantes empeños,
se la pasan dilapidando el de sus vidas.

Milagro

Si puede una voz ser bitácora en la bruma,
o una mirada un mojón en el vasto desierto;
si puede una sonrisa despejar lo que abruma,
o recordarte un gesto que aún no has muerto.

Si puede una mano tenderse a tu encuentro,
amalgamando la química de ese momento;
si puede un respirar restituirte el centro,
susurrando a tu oído un bello argumento.

Si puede una caricia brindarte refugio,
cuando a por ti vengan los recuerdos;
o si en un hombro descubres el artilugio,
que te permita continuar entre los cuerdos.

Si puede una palmada ofrecerte otro paso,
o al entrelazar los dedos encuentras sostén;
si unos ojos te remiten al maternal regazo,
o te resguardan unos brazos cual terraplén.

Si puede un pecho tus lágrimas enjugar,
cuando de nuevo te asalte el desconsuelo;
si pueden esas rodillas volver a flexionar,
para con levedad juntarte desde el suelo.

Si regresa ese soplo con tus cabellos a jugar,
el que esparcía por tu rostro la frescura;
Si en tu amparo un músculo se ha de tensar,
cuando se torne temerosa tu bravura.

Si pueden esas piernas otorgarte vigor,
cuando ya no quieran tus sueños caminar;
si puede ese vientre tu temor apaciguar,
cuando en sombras te persiga el estupor.

Si puede ese pensar llamarte a reflexión,
cuando sólo te creas invadido de razón;
si puede un alma adormecerse en tu rincón,
cuando todo el aire te presagie desazón.

Si puede ese espíritu en la tormenta ser timón,
cuando los vientos de favor devenguen en tifón;
si puede esa energía eludir a tiempo su remezón,
te ha dado la vida un reloj que marcha a corazón.

Si puedes creer que te refiere lo que versa,
más allá de lo dicho y también lo conjeturado;
si diestro resultara tu sentir con el viceversa,
he de considerarte sumamente agraciado.

Entonces que no ande tu percepción dispersa,
ni te detengas en lo que otro predica apropiado.

Tú… ya mucho has logrado…
Porque…
Se es artífice de un milagro,
cuando penas y alegrías se hacen par,
y en mitades se sustenta el andar
de un camino que se presume largo

La envidia

Percibo de las vísceras el revoltijo,
merodeas muchacha conspiradora,
acechando desde tu oscuro escondrijo,
hábil silente, maliciosa y calculadora.

Del zarpazo siempre a tu merced,
me pesa esta vulnerabilidad racional,
nada parece saciar tu inmensa sed,
con la que vagas propiciando lo banal.

Es a partir de ti todo mejor y majestuoso,
apropiado, grandioso y sumamente bello,
en el mundo de allá, el del otro, el de aquello,
pero en el nuestro esencialmente infructuoso.

Prejuiciada de diáfana visión con los demás,
intimidad perturbada en penumbras difusas,
obnubiladas miradas desconfiadas y obtusas,
que no pareces empeñada en redimir jamás.

Y no son los ojos potestad para tu veredicto,
pues suelen carecer de facultad al observar,
quizás el no ver alivie o nos consiga alucinar,
más nos perpetúa tu imagen un cerebro adicto.

Conoces de aquella debilidad ancestral,
por la cual bíblicamente juzgada de sicaria,
insolente precursora del pecado capital
y de la compasión su estúpida arbitraria

Nos induces de por vida a compararnos
y estimulas con sapiencia el arte de copiar,
de todo atisbo de talento supiste alejarnos
y nos enseñaste el juego de nunca ganar.

Si acaso pudiera tu blasfema voz obviar,
aplacando los malestares de mis huesos,
si lograran mis hábitos mentales olvidar,
tus manipuladores argumentos perversos.

De seguro mejor ser humano me sentiría,
al clarificar el sustento de las intenciones,
y ahora mi envidia no me prestidigitaría,
liberándome al sutil fluir de las relaciones.

Matices

Si amalgamando recuerdos pudiera
escoger de muchos de ellos un trozo,
te juro mi niño amado quisiera,
inventar un collage para tu gozo.

Ojalá mi acuarela tuviera
celestes brisas de barriletes,
a las nubes blancas escalera
y de azules mares los grumetes.

Negro de trenes en andenes ligeros,
el marrón de nuestros ríos pesqueros,
del campo el amarillo de los jilgueros
y un trazo violeta de alegres titiriteros.

Quizás en mi tela lograra esparcir
dorado clinas de corceles en berrinche,
un naranja de sol por surgir
y un plateado de luna compinche.

Acaso podría mi cuadro tener
una pizca de rojo picardía,
un magenta de rosal al florecer
y apenas un ocre del ocaso de un día.

Un difuso y tenue gris de travesura,
el rosado de un rubor a hurtadillas,
un verde profundo de monte espesura
y un solemne púrpura a pie juntillas.

Tal vez consiga mi pintura sujetar
la mansedumbre de un lago esmeralda,
un sepia de tardes donde chapotear
y un tizne añil de caricias en la falda

O el natural perfumado de azahares,
o un delicioso crema de pastel,
o el ámbar de dulces colmenares,
o un granate de racimo moscatel.

Quisiera poder retener en el matiz,
un espacial índigo de escotillas,
una sonrisa con resplandor de barniz,
o aquel terracota de canicas y rodillas.

También una pincelada de plomizo mecano
y un tinte blondo de rizada muñeca,
o bronceado de suave y mecedora mano
y turquesa de payaso en risueña mueca.

Que no le abunde el rosa por sutil,
ni le sobre el intenso fulgor del carmín,
lo prefiero etéreo como sueño marfil
y bruñido cual metal hasta su confín.

Y quiero que sobre el lienzo aparezcan,
destellos lilas de alguna estrella fugaz,
que fucsias de magnolias le crezcan
y del canela de tus ojos prestes un haz.

Que cobrizo de sol le asome en un rinconcito
y ha de tener algo de un cristalino manantial,
de atardecer escarlata un pedacito
y perlas arena con aires de juncal.

¡Ay!, mis queridos pequeños si yo supiera,
cómo regalarles en cada verso un color,
y si con policromía un poema anduviera,
cual poco llegaría a ser canción de amor

La ignorancia

Viejo sabio ciego,
que solicitas perdón por tu ignorancia;
astuto y conocedor sagaz del juego,
donde nada huelga ni por abundancia.

Hoy me sumo a tus disculpas,
espero pueda decir humildemente;
no es por pretender lavarme de culpas,
sino por saberme asiduo reincidente.

Siempre a cuestas en mi derrotero,
cargo tu peso con repulsión y desidia;
no alivia saber que no tienes forastero,
porque conjugas dictamen de perfidia.

Eres en estima de Jorge, mi gran maestro,
quizás el enemigo más acérrimo y voraz,
inclemente socavas el sentido de lo nuestro,
y no te apiadas ni del culto, ni del perspicaz.

Me esfuerzo por aceptarte cabalmente,
y reconocerte cada día desnuda y visceral,
aunque conlleves delirios de omnipotente,
no trasciende tu órbita lo terrenal.

Reptando cual animal rastrero,
ladina para ampliar la discrepancia,
en sigilo se desliza tu brazo artero,
y por ello te detesto, mi pobre ignorancia.

La soberbia

Tu soberbia hermano te ha cegado,
sólo lo que piensas alcanzas a ver,
no logras estimar lo que has dilapidado
y te precias con la facultad de merecer.

Si al menos no quisieras tu discurso contagiar,
levantando pedestales de falso profeta,
dado a que no tiene asidero sino para justificar
la razón, que has usurpado cual proxeneta.

Acaso bastaría con no irlas de consejero,
tales ínfulas son de efímera satisfacción,
pues no suelen al prójimo resultar lisonjero
y no guardan cual propósito la bendición.

Tu palabra snob dista de ser plegaria,
tan sólo pretende argumentar el error,
con modernidad altanera y suntuaria,
duplicas tu bajeza cual profanador.

No necesito como el Dante verte encorvado,
ni cargando el orgullo sobre tu espalda;
si un hálito de humildad te fuera insuflado,
sabrías creciendo que aprendiendo se anda.

Mira… ¿comprendes hasta dónde hemos llegado?;
sí, aquí, adonde de muy pocos es la “verdad”,
pero… ¿quién recibirá la presea de este legado,
si tan sólo nos rodea esta inmensa soledad?

Por casualidad o descuido, querido hermano,
alguien en un bello día nos contuvo amando;
ven entonces, tómate con fuerza de mi mano,
a ver si nos erguimos, para seguir caminando.

Tus manos... un mundo

Aunque lo niegues o ignores,
son en sí, tus manos un mundo;
sencilla expresión de tus amores,
que convierten lo yermo en fecundo.

Levantan vuelos de caricias,
a veces sensuales, otras, tiernas;
sublimes artesanas nutricias,
amigables amantes maternas.

Celosas centinelas de juegos,
carentes de reproches, cenicientas,
en madrugas, febriles apegos,
y en pasionales noches a tientas.

Solidarios bastiones incansables,
en luchas encarnizadas, invencibles;
de justas causas inclaudicables,
y también de suaves mimos apacibles.

Remontando el planeo de barriletes,
o principiantes en la torpeza del balón,
cómplice en el rincón de los juguetes,
y regla de tres simple en el pizarrón.

Residen en ellas el instrumento
que fieles denotan las filosofías,
pues interpretan locuaz el argumento
de lo que piensas, deseas o ansías.

Déjame habitar de tus manos el universo,
allí donde suele mi alma hallar cobijo;
te obsequio la precariedad de este verso,
casi nada, para el sitio donde anida el hijo

Si juntos podemos cantar

Si juntos podemos cantar
amanecerá distinto mañana,
quizás nos quiera febo abrigar,
asomándose por la ventana.

Si en esta noche, tu voz y la mía
consiguieran fusionarse en una,
danzará el alma de alegría,
mientras nos alumbre la luna.

Por los campos anidará
nuestra singular melodía
y en cada surco renacerá,
indómita… día tras día.

Al viento sus arpegios cabalgarán,
hasta algún sitio remoto… distante;
montes y ríos le saludarán,
para continuar su viaje de trashumante.

Y quizás nuestra balada
logre ser dulce y tierna;
¿y si fuera por un niño entonada,
o se transformara en canción materna?

¿Y si tuviera del corazón una porción,
o si robase algún rubor inocente?;
más que notas sería emoción,
y más que pasado, presente.

Tal vez retorne de madrugada,
condescendiente, sigilosa, fugaz,
para dormir esa noche en tu almohada,
velando tus sueños con su compás.

A esa canción que juntos cantamos,
le crecieron alas de volar;
mejor… despacito la soltamos,
acaso quiera llevarnos a jugar

De ilusorios delirios reales

Quizás tu corazón que me destierra,
deba aprender del pertinaz labriego,
que siembra y cultiva siempre la misma tierra,
pero se las ingenia para dar a su alma sosiego.

No es la terquedad de quien como loco se aferra,
ni la obsesión del que persigue su meta cual ciego,
es como el alfarero que de tanto modelar ya no yerra,
o como el diestro, que pulula gozoso en su juego.

Hay quienes dicen que el amor amando se hace,
y también los que desisten al primer vendaval;
para muchos el sólo buscar es lo que les place,
mientras otros le custodian con ímpetu visceral.

Si relegas mi sentir al arrabal de tu mundo,
no albergues el presagio de ser centro del mío;
si bien perduro aún como vergel fecundo,
puede convertirse mi terruño en sombrío.

Si sólo vera he de ser en tu camino,
o mero espectador distante,
no procures frente al desatino,
que tribute mi bregar constante.

Si fervor por frío has de trocar,
al cobijo de alguna razón difusa,
no ha de alcanzar con evocar,
los argumentos de ninguna excusa.

Incrementamos la necedad al confundir
pensamiento y sabiduría, con emoción;
necesidad, capricho y deseo, con sentir;
decisión, con derecho u obligación

No son mis palabras de fácil adular,
pues supongo tal accionar reservado
para quines necesitan algo conquistar,
cual trofeo, para luego ser apreciado.

Si hasta las orillas de mi frontera has llegado,
para establecer junto a ella tu aldea,
no ha de ser porque el viento te ha arrastrado,
sino por disponer en beneficio la marea.

Y aunque mal supongas haberme confinado,
has de saber que para el alma no hay decretos;
a veces goza de libertad el condenado
y los jueces, el ostracismo de sus vericuetos.

Con reniego en tu mochila me cargarás
y a mi pesar, el fantasma de tus sombras seré,
aunque lejos, junto a mis sueños amanecerás,
en suaves fragancias y esfumados espejos retornaré.

O quizás vuelva a tu espíritu la mansedumbre,
despejando del horizonte las tinieblas,
o la sensatez, que es tu virtud de costumbre,
recupere la madurez que asiduamente pueblas.

Mejor amada, sigue durmiendo a mi lado,
mientras mi vuelo persigue a Ícaro en fantasía,
y cuando por fin logres haber despertado,
ya no será del futuro el augurio de este día.

Qué ha de saber

Qué ha de saber quien nunca
se cobijó en tu mano,
se reflejó en tu sonrisa,
o tembló en tus labios.

Qué ha de saber quien nunca
se miró en tus ojos,
se adormeció en tu pelo,
se insufló en tu aliento.

Qué ha de saber quien nunca
se desgarró en tus lágrimas,
se arrodilló en tu pena,
o zozobró en tu dolor.

Qué ha de saber quien nunca
se amparó en tu orgullo,
se halagó en tu altruismo,
se emocionó en tu entrega.

Qué ha de saber quien nunca
canto tu canto,
rió tu risa,
rezó tu rezo,
lloró tu llanto.

"Tú" ...el amanecer

Menudo resultaría tratar de explicar con palabras,
cómo imaginaría a las personas que amanecen.
Aventuro suponer que son las divinas y simples obras;
esas pequeñas cosas que milagrosamente florecen.

Y suelo gozar a tu lado cuando despiertas;
ha de ser porque intuyo, o mejor dicho porque sé,
que lo haces en mera esencia de plenitud,
con ilusiones de títeres, payasos y marionetas.

No todos los que despiertan amanecen;
no se refiere a la nimiedad de abrir los ojos,
ni a la espera vana del paso de ese, nuestro tren,
ni siquiera de partir detrás de ansiados antojos.

Pero tú… ¡Tú amaneces!

Porque puedes bailar sin música.
Porque puedes cantar sin voz, ni orquesta.
Porque te dejas envolver por el aura mística
de los que intuyen que "todos" los días son de fiesta.

Ha de ser por ello que anhelo, por largo tiempo comprobar
que se me llena de júbilo el alma al comprender,
que mientras yo apenas me logro despertar,
tú, a mi la lado cada día, decides amanecer.

Gratificante

Cuán gratificante resulta saber
que existe alguien con la humildad de esperarnos;
un ser capaz de considerarnos necesarios
y para el cual constituimos parte de un todo.

Ese, que se ha de perturbar con nuestra demora,
siendo incluso capaz de llorar por nuestras ofensas,
de reír gozoso con nuestras alegrías
y de padecer en piel nuestras tristezas.

Capaz de prosternarse ante Dios por ofrendarnos una súplica,
el que no vacilará en trocar su dignidad por la nuestra,
quien llegará a languidecer por resultarnos nutricios,
ese obrador inconsciente, del factible y singular milagro.

Y es entonces cuando…

Gratificante resulta saber
que existe un ser terrenal,
tan complejamente simple,
que desestimando a la razón
…ha optado por amarnos

 

 

Javier Gustavo Girardi
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