Sobre el autor

Javier Gustavo Girardi

Este espacio ha sido concebido para referenciar datos de mi persona, para lo cual supongo, bastará con citar que nací el 10/04/1963, que soy padre de tres hijos y trabajo de empleado administrativo, pero que fundamentalmente me gusta escribir.

 

Quizás lo expuesto sea suficiente para mí, porque en rigor, de verdad no poseo un curriculum que pueda llenar más de dos renglones de este sitio. Si damos por sentado que es así, entonces aprovechésmolo para otorgarle un sentido, para comunicarnos, para sabernos existentes y partícipes.

 

No son muchas las charlas a las que me han convocado, pero por escasas que ellas fueran, me sirvieron para conocer lo que las personas generalmente le preguntan a quién "a pesar de todo" se dedica a escribir -cuando puede-, en la mayoría de los casos les alarma que alguien pueda dedicar tiempo a una actividad que de antemano, se sabe no es rentable; les preocupa saber si uno encuentra apoyo en el seno familiar y cuánto es el tiempo que dedicó para llegar hasta allí. Precisar con exactitud qué es lo que me motiva a escribir me resulta difícil. Si Serrat se sincera y dice que empezó a cantar porque no tenía éxito con las mujeres, yo (salvando las diferencias) diría que empecé a escribir porque no se cantar.

 

Observando este hecho, en el cuál necesariamente me obligaron a reparar, hoy desde un plano más objetivo y con algún camino recorrido, aseguraría que escribo para no contradecirme. Estas contradicciones a las que me refiero, muy pocas veces nombradas y con efectos devastadores, deberían buscarse en la parte emocional que tontamente descuidamos muchas personas. Se trata de precisar, con la capacidad de evaluación que poseamos, si vamos a ser lo que dicen que somos, lo que decimos que somos, lo que somos en realidad o lo que queremos ser.

 

Para explicar lo que deseo contarles nada más demostrativo que un segmento de un poema de Rodolfo Braceli:

 

"Aquel hombre sólo se salvará / si deja que la sangre le vuelva al cuerpo, / si hace caso al rumbo de su mirada, / al vuelo de su saliva, / al mundo de sus manos. / Si se obedece enteramente, / si no se demora, / si no se contradice por nada en el mundo, / que para eso, ha nacido, / que para eso, está por nacer."

 

Si convenimos que estas contradicciones no satisfechas pueden generar frustraciones y que estas son sinónimos de infelicidad, tenderemos necesariamente que otorgarles la importancia que merecen, tendremos que luchar contra ellas. Borges, que reconocía de qué hablaba, sabía que una persona comprometida es proclive a caer en contradicciones, especialmente cuándo su pensar esta estampado en un trozo de papel, por tal, aunque sabía que era imposible, le pedía a sus versos que no dejaran contradecirlo, quizás lo que no lograba advertir era que el hecho de no contradecirse, no radicaba en desdecirse de lo expresado, o en justificar sus actos del pasado, sino en no hacer en ese instante lo que verdaderamente sentía y en no reconocer que es posible, hasta necesario, que alguien cambie, situación que dramáticamente no parecen haber resuelto ni Lugones, ni Tolstoi.

 

Rezaba una publicación que cayo en mis manos hace poco: "Declararse en estado aprendiente" es una posición ante la vida, es reconocerse proclive a equivocaciones, es saberse capaz de cambiar, es alejarse del fanatismo. La Madre Teresa cita al Mentiroso como la persona más peligrosa y yo agreagaría al Fanático.

 

Pero como es lógico, para poder aprender en una etapa determinada de la vida, es absolutamente necesario desaprender lo que hemos aprendido mal, desembarazarse en la medida de lo posible de los prejuicios y de eso pretendo se trate este espacio, donde vos y yo podamos comunicarnos con el objeto de que me enseñes a re-evaluar conceptos y que pueda yo transmitirte lo que creo.

 

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E-imail: info@javiergirardi.com.ar

 

 

Javier Gustavo Girardi
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